La oración personal de margarita dirigida a cristo del sagrado corazón

Margarita era muy devota y fiel al Cristo del Sagrado Corazón. Siendo estigmatizada, vivirá esta experiencia con gran intensidad, ya que ahora está unida al Cristo crucificado muerto y resucitado, como una travesía pascual. La cruz es para cada cristiano el camino para acceder a la luz pascual. Y para ella, esto es aún más cierto. Vivirá toda su vida en esta tensión, y el legado más hermoso de esta experiencia mística es su oración personal, que nos ha llegado como testimonio de una vida de santidad extraordinaria. "Oh, Santa Víctima, atráeme hacia Ti y caminaremos juntos, Que yo sufra contigo, eso es lo justo. No escuchéis mi resistencia y que se haga en mi carne lo que le faltó a tus sufrimientos. Beso la Cruz, quiero morir contigo. Es en la herida de tu Sagrado Corazón, en donde yo deseo dar mi último suspiro." San Agustín decía que, contemplar el corazón traspasado de Jesús es acoger "el libro abierto en el que se revela todo el misterio hasta entonces oscuro del cumplimiento de las Escrituras". En otras palabras, significa estar impregnado de "Aquel" que, su Presencia, es el cumplimiento total de las Escrituras, y esto para vivir de ello. Contemplar el Corazón de Jesús es disfrutar la experiencia de su sabiduría, su conocimiento, escondidos a la vez en lo más profundo de su Ser y en su grandeza. Margarita vive completamente esta comunión, hasta su último suspiro, que evoca sin miedo, porque sabe que la muerte ya no existe, que se ha convertido en este paso radiante de la luz pascual. Jesús, en la cruz, no sufrió la muerte porque no fue derrotado por ella, sino que la atravesó como se pasa por una puerta de bronce. Desde entonces, la muerte ya no es muerte, sino este paso a la Vida. Juan nos dice que de ese Corazón de luz pascual de Jesús brotó la doble fuente de sangre y agua que significa la gracia del Espíritu Santo, la gracia de la vocación a la santidad que se recibe en el bautismo. Recordemos una cosa importante: la herida en el costado, de donde fluye la sangre y el agua, es causada en el momento entre la muerte y la resurrección de Cristo. Es un hecho histórico que se sitúa en el centro del acontecimiento pascual. Este hecho tiene mucha importancia ya que simboliza el acto pascual. Si Pascua (Pésaj en hebreo) significa   "pasaje", entonces el corazón vacío del que brota esta doble fuente evoca el paso de la muerte a la vida. El corazón muerto que da vida es la paradoja misteriosa de la experiencia pascual: la vida brota de la muerte. Nuestra salvación brota del sacrificio, del don total de Jesús. Es a través de su muerte que Él nos conduce a la vida. Cuando Margarita termina su oración con: "Es en la herida de tu Sagrado Corazón, en donde yo deseo dar mi último suspiro", ya está viviendo místicamente la última Pascua que, como un momento de realización y acción de gracias, aconteció el viernes 27 de junio de 1879, en la tercera hora de la octava del Sagrado Corazón, como si el mismo Señor, a través de esta fecha de entrada en beatitud, sellara el amor entregado y vivido de corazón a corazón. Una oración donde todo es amor. Si resumiéramos la oración de Margarita, podríamos decir que es la emanación de quien ha dado todo a Dios, que se ha entregado completamente a ÉL. Como le gustaba decir al Santo Cura de Ars: " ¡Pertenecerle a Dios! Pertenecerle completamente a Dios, pertenecerle a Dios sin reservas, el cuerpo para Dios, el alma para Dios... Ser amado por Dios, estar unido a Dios, vivir en la presencia de Dios, vivir para Dios... ¡Cuán bello es!" Palabras fogosas que repetía como un ideal de vida cristiana a todos los que se acercaban a él. Esta oración es también el fruto de un amor crucificado, que durante su existencia acabó pareciéndose al "Amor Redentor". Esta oración brota de un corazón que se ha vaciado de todo egoísmo y atracción por el espíritu del mundo. Un corazón libre de todo afán de posesión se convierte en un espacio para el "Todopoderoso”. No hay que olvidar que todo amor humano realizado sin esta desapropiación es una extensión del amor propio, aunque sea vivido generosamente en medio de la humanidad. Y todo amor realizado en la apertura del corazón es una extensión del Amor de Dios, aunque no seamos conscientes de ello. Esta oración evoca un amor inmerso en Dios y muy especialmente en Jesús, quien, a pesar de los grandes dolores y de la agobiante fatiga de su bienamada discípula, tiene el secreto, la capacidad de iluminar toda su vida. Margarita puede entonces decir junto con el apóstol San Pablo ”Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones” (2 Co 7,4), o bien “Vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). Esta oración expresa, pues, de manera admirable el vínculo indescriptible pero sólido que une a Margarita a Jesucristo, en el que uno no camina sin el otro. Ella dice "Atráeme hacia Ti y caminaremos juntos". Margarita aspira a seguir adelante en su camino místico con Cristo, en sus misterios gozosos y gloriosos, pero también en sus misterios dolorosos, es decir, en la plenitud de su "Presencia". Margarita ha sido siempre consciente que no se llega a este estado de vida sin esfuerzo, no es como moverse plácidamente por aguas tranquilas. En realidad, no podemos llegar así nada más en la vida de Dios sin haber llevado a cabo una transformación del mismo ser, una transformación "radical", en el sentido etimológico de "radix" que significa "raíz". Las palabras trans-formación, Trans-figuración, trans-ferencia, están formadas por el prefijo "trans", que indica que hay muerte de algo y nacimiento a otra cosa. A medida que el grano muere para darle vida al brote, así la vocación de Margarita consiste en ser divinizada en Cristo, pasando por un camino de muerte y resurrección. Esto se traduce en la vida diaria en una lucha espiritual de ayuno, penitencia y sacrificio. Su oración expresa, pues, el abandono total de sí misma, donde su único deseo es el de la configuración con Cristo: "Pues para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia" (Flp 1,21). Es más, su oración es el ejemplo de un ser acostumbrado a vivir el viacrucis de manera existencial: cada viernes, como se ha visto, Margarita revive místicamente (y en su cuerpo) la Pasión de Jesús, y acto seguido, sobre todo en el Viernes Santo, un sueño de éxtasis profundo, que la lleva a la luz de la mañana de Pascua. Margarita, paso a paso, camina firme tras las huellas de Jesús en la ascensión al Gólgota; decidida a ir hasta el final, sufre y muere con Él para vivir la Resurrección con su "Amado". Esta oración es también el testimonio vivo de un alma que vive su vida con amor en la unidad de la fe de la Iglesia, en coherencia con el Evangelio. "Una vida de austeridad, ayuno y mortificación donde reduce sus necesidades a lo esencial." Una vida llena de vigilias nocturnas, pautada por la oración y el trabajo, alimentada por el sacramento de la Eucaristía diaria, excepto los viernes cuando debe guardar cama ya que es cuando revive la Pasión de Cristo. Y durante largos períodos de tiempo, tiene que quedarse en casa a causa de enfermedad, sobre todo en los últimos seis años de su vida. Pero tan pronto como puede, vive la Eucaristía, el momento culminante de su día. Esta oración también subraya toda la experiencia de una persona que caminó durante días en peregrinación, en marchas o a Einsiedeln para participar de los sufrimientos y de las fatigas de Jesús en su misión mesiánica y en su Pasión. Finalmente, esta oración es el impulso de un alma que desea ser absorbida por el otro mundo y que, sin embargo, vive cada día y noche como una viva llama encendida por el Fuego de "Su Amor", al que le entrega todo hasta el último suspiro. Margarita siempre estuvo preparada para la vida y por eso mismo está preparada para la muerte; nadie está preparado para morir si antes no ha aprendido a vivir intensamente en la vida terrenal, de forma consciente o no, para la gloria de Dios. San Ireneo de Lyon dijo en el siglo II: "La gloria de Dios es el hombre vivo; y la vida del hombre es la visión de Dios."  Margarita le dice a todo aquel que le pide consejo "Hay que hacer todo por la gloria de Dios" La cruz fue en este mundo su bastón, el que le permitió avanzar y alcanzar más fácilmente las cimas de esta gloria.