Los domingos por la tarde, Marguerite pasaba tiempo en oración ante el Sagrario, adorando a Jesús en su Presencia Real.

Cuanto más se acercaba a Dios, más se entregaba al servicio de sus hermanos y hermanas. Su caridad fraterna se expresaba en la escucha, en los gestos concretos y delicados, pero también en la enseñanza del mensaje evangélico.

Las vigilias en el santuario se proponen como momentos de renovación en torno a una enseñanza y un corazón a corazón con Nuestro Señor para dejarse consolar, sanar y animar por su presencia amorosa.

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