Presencia de María en la vida de Margarita

María ocupa un puesto muy importante en la vida de Margarita. Sabe que, si queremos ser discípulos de Cristo, hay que acoger a María para que nos muestre el camino. Para Margarita, la oración del rosario era la cuerda de oro que la unía al cielo. Los avemarías y padrenuestros que lanzaba al corazón de Dios en presencia de María eran tan solo el principio y el sacramento de su oración interior. Se podría decir en el sentido místico, que esta plegaria era tan profunda que a veces se abría la separación entre lo eterno y lo temporal. A Margarita también le gustaba venerar a María como Nuestra Señora del Bosque y Nuestra Señora de la Compasión. También la invocaba como Nuestra Señora de los Ermitaños y fue en varias ocasiones en peregrinaje al santuario en Einsiedeln.

La capilla de Nuestra Señora del Bosque era el lugar mariano que Margarita prefería, a un cuarto de hora de su casa. En este santuario, Margarita fue testigo de una visión en la que María puso su mirada espiritual en la suya para abrasarla con su presencia de luz. Experiencia mística que va más allá del mundo de las palabras. Podemos decir que en Margarita no hay ninguna barrera entre lo espiritual y lo temporal, entre la eternidad y el tiempo. Esta experiencia se hizo visible para sus contemporáneos, especialmente los viernes cuando revive la Pasión. Este santuario de Nuestra Señora del Bosque es un lugar muy querido para Margarita, porque el silencio es Presencia. También le gustaba celebrar la alabanza divina con los niños que reunía allí los domingos por la tarde.

Hoy en día, el santuario de Nuestra Señora del Bosque no ha cambiado y es muy visitado por los peregrinos por las largas conversaciones místicas que Margarita vivió en este lugar. En esta capilla, lo que conmueve al peregrino es la atmósfera sagrada que reina allí. En esta capilla, María y la humilde Margarita nos invitan a abandonarnos a Dios. Con los ojos cerrados, para impregnarnos de su silencio místico detrás del cual se respira "la Presencia", para saborear Su plenitud, Su quietud y para vivir un cara a cara, que es la forma más elevada de la vida interior. Cuando vivimos bajo la mirada de Dios, nuestro camino se ilumina y se vuelve más claro; lo que logramos se vuelve transparente. Nuestra existencia pasa del blanco y negro al color. ¡Margarita sanó milagrosamente gracias a la intercesión de María!

Margarita vivía en comunión permanente con Cristo, bajo la presencia de María. Siempre tenía su rosario a mano y era capaz de estar en oración continua. Su familia decía que "rezaba sin cesar, incluso mientras trabajaba". La sorprendían en casa o en la iglesia, absorta en la oración de contemplación. Cuando la encuentran en camino, siempre va acompañada de su rosario. Dicen que es como si Margarita estuviera unida a su rosario, acariciándolo constantemente. El rosario es, por excelencia, su oración del corazón. Es como si los avemarías y padrenuestros formaran chispas de luz que se elevan al cielo en una maravillosa constelación para la gloria de Dios.

La gente se siente atraída por ella. En cuanto la ven, corren a confiarse en ella y al estar a su lado, sienten como si estuvieran tocando a Dios. También se dan cuenta de su amor incondicional por María, como si la conociera de toda la vida. María manifestó en Margarita una parte de su gracia al hacer brotar en ella las ondas de su inmaculado corazón. Este regalo se repetirá el 8 de diciembre de 1854, día de su sanación. En este día de fiesta y a través de su ministerio de intercesión, María va a colmar a Margarita, porque en un día tan especial, Dios no podría negarle nada. Mientras que en Roma el Papa Pío IX proclama el dogma de María Inmaculada, Margarita yace en cama agonizando. De repente, siente que una savia de juventud inunda todo su ser. El mal desaparece y la energía regresa, Margarita sana milagrosamente.

A partir de esta experiencia de sanación, Margarita es llamada a continuar un camino: el que va desde el momento en que entregamos nuestro corazón a Dios hasta este otro momento en que también debemos dejarnos llevar por el "Amor" en total abandono. María preparó a Margarita para acoger esta hora en la que, hasta en su propio cuerpo, habría una nueva apertura, una identificación física con Jesús-Amor. Esto es lo que se llama estigmatización, la recepción en un cuerpo humano de las cinco heridas de Cristo crucificado.